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En un lugar de la lengua

Práctica descriptiva.

                                                           

 

 

Una imagen tópica. ¿Quién la describe? 

              

 

 

12 comentarios

Jordi Orriols -

Ahora estaba mirando, y esto lo comentaron hace un año…
Pensaba que este apartado estaba para ir haciendo y practicando los de este curso xD

Jordi Orriols -

[...] Debajo de éste tenemos [...]

Los errores salen a la vista, solo si ya lo has enviado...que guay...xD

Jordi Orriols -

Fotografía tópica en escala de grises. “Últimamente estoy dándole vueltas a esto, prefiero especificar diciendo fotografía. Esto es debido a que una imagen es más general y puede estar hecha por ordenador, la fotografía no. Almenos eso creo, jeje. Tonterías mías.”

En esta fotografía podemos observar dos individuos sobre la arena de una playa. Sus sombras se reflejan a su espalda a causa de los rayos provenientes en dirección de una ciudad. El triste horizonte se compone de tres capas diferentes, una compuesta por el mismo cielo. Las otras dos por unas rompedoras montañas cuadradas y un fondo pintado por una mano con párkinson. Esta mano dibujo lo más bello del horizonte superior. Debajo de este tenemos una película granulada, mares deambulando libremente por entre sus limitaciones costeras. Poco más arriba del medio mar tenemos una lanza amenazadora a la pobre mar dulce, pues si fuera salada seria azul.

Ya se me ha acabado la inspiración, “lo poco que me quedaba de ella”.
Mañana examen de castellano, mejor estudio un poco más y voy a dormir.

Saludos…;)

PD: parece que los dos tipos tengan plumas como indios, efectos de sombras supongo…jeje

Miriam Tapia -

Camino y no paro. Camino con la mirada fija en las huellas que dejan mis pies sobre la mojada arena de la orilla. Nunca me había parado a pensar los pequeños detalles que una se pierde a lo largo de la vida. Es por eso que siempre vengo aquí. A mi lugar de reflexión. Un lugar donde me siento cómoda, sin nadie a mí alrededor. Tan sólo la melodía de la brisa logra distraer mi pensamiento. Pienso en cómo mantener en mi memoria todas esas cosas que me gustaría guardar. Aquellas tardes sobre las rocas mientras el mar componía su dulce canto. Un sonido agradable y tranquilo que se veía reflejado en las cristalinas aguas marítimas. También me vienen a la memoria aquellas noches de verano, en las cuales disfrutaba con mis amigos a orillas del mar mientras caía el rocío de la noche. Una oscuridad que no me asustaba. No me daba miedo el estar con la gente en la que confío. Con la gente que compartía mi lugar de tranquilidad.
Pero ahora ellos no están. No pueden quedarse a disfrutar de los momentos que todavía perduran en mi memoria. El verano se acaba junto y junto a él, esas bonitas tardes de playa con la familia y amigos. Incluso se echa en falta el alegre ruido de los niños jugando con sus palas o el rumor de los cotilleos bajo las sombrillas. Volvería a estar noches batallando contra el sueño junto a ellos.
Sigo caminando y pensando a la vez. Cada vez noto mis huellas con más intensidad, así como mis sentimientos. Me gusta recorrer la playa por la cual he disfrutado estos veranos. Probablemente este sea mi último recuerdo hasta mi regreso. No quiero perder esos detalles. Esas situaciones al margen de la gran ciudad. Una ciudad sin pausa, sin descanso, sin tranquilidad. Inmersa en problemas y en desprecios. No quiero volver a verme prisionera de ella.
Me aproximo más al agua. Ya no sigo el rastro de mis huellas, puesto que el agua me llega por los tobillos. Sigo buscando la manera de poder llevármelo todo conmigo. La calma del agua y la inexistencia de olas que tanto nos hacían disfrutar, me ayuda a seguir con mi propósito. Quizá encuentre allá donde voy un lugar de reflexión. Quizá. Pero probablemente no será como este.
Me paro a pensar si esto no les ocurrirá a otras personas. La playa despierta muchos sentimientos que las personas menospreciamos. Al fin y al cabo todo el mundo sueña con descansar en una playa desértica. Pero cuando estás en una te sientes indiferente.
Mientras reflexiono sobre ello me doy cuenta que acabo de dar con la manera de mantener esos recuerdos. De poder proyectar esas tardes de verano bajo la caída de los últimos rayos de sol. La manera de conservar conmigo el sonido del mar. La forma de no olvidarlos era hacer lo que estaba haciendo: dibujando los recuerdos en mi mente. Había logrado unir todos esos detalles que me habían hecho feliz tantos veranos. Así pues, me dispuse a disfrutar de mi último baño dejando de lado mis preocupaciones.

Tamara Tello -

A lo lejos agua cristalina, cerca de mis pies espuma blanca. Un día precioso para respirar el aire fresco del atardecer. Los últimos rayos del sol mueren y se reflejan en el gran espejo de la vida. El mar en calma y tranquilo transmite paz, una paz duradera y gratificante. Un mar sin subidas y bajadas, un mar sin oleaje.
La arena se hunde bajo mis pies, una arena suave, fina, que resbala entre las manos. En la orilla la arena mojada dibuja una especie de silueta con la que se puede dejar volar la imaginación, como lo hacen los niños.
Por esa arena pasean dos personas, eligen este paisaje por su tranquilidad, su calma, su frescura, donde poder mantener una conversación sin interrupciones.Vestidos con abrigos , ya que es otoño, pasean tranquilamente.
Unos grandes edificios que se pueden divisar a lo lejos rompen este agradable paisaje de costa. Detrás de los grandes edificios, unos enormes mounstros de la naturaleza sobresalen del horizonte, grandes montañas, muy a lo lejos de nuestros ojos.
Tal hecho me produce una sensación de permanecer en dos sitios a la vez por un lado piso arena y toco el agua salada del mar y por otro lado aunque sea muy de lejos puedo ver un paisaje de montaña ante mis ojos.
Una gran mezcla de sensaciones inundan mis cinco sentidos, por una parte la naturaleza de la montaña por otra el cristalino del mar, el marrón de las rocas, el olor a tierra mojado, todo esto despiertan mis sentidos de manera exagerada y pongo todos ellos en funcionamiento.
Me siento viva, libre y puedo respirar esa libertad.

Lourdes Montes -

Esta imagen inspira tranquilidad y paz. Es una fotografía en blanco y negro. En el primer plano se observan dos personas, que parecen dos mujeres mayores, por la silueta que tienen. Después está la orilla de la playa, en la cual se sitúa la atención de la imagen, tiene un aspecto húmedo y tiende a crear una sensación en el espectador de relajación. En el agua del mar se refleja la luz del sol y crea diferentes tonalidades en el color y en la imagen. Las olas del mar son tranquilas y no chocan fuertemente contra la orilla, este hecho lleva a la conclusión de que el aire no es fuerte y por ese motivo hay dos personas paseando por el elegante y tranquilo mar. Al horizonte se observa una alineación de edificios altos como pisos que contrastan con las montañas que están detrás de estos. Por último está el cielo, que se encuentra liso casi sin nubes con la excepción de una en la parte superior derecha de la imagen que es donde más claramente se ven.

Lorena Cano Carrasco -

AMANTE DEL MAR

Respiro un aire tan fresco que hiela hasta mi alma, aunque ésta siente más que nunca.
Arena fina abrazada a mis pies descalzos, libres como las gaviotas en el techo de la playa; luz radiante acaricia mi cara, acentuándole una sonrisa imborrable; río y lloro, todo al mismo tiempo mientras camino contra el viento. Mis carcajadas se semejan a olas besando rocas y mis lágrimas brillantes como la purpurina que parece que aparece en el agua aliñada con sal.
Suspiro la calma que habita en el paisaje acogedor prolongando el latido de mi corazón sin rumbo, pero tranquilo; clavo la mirada a ese horizonte que me invita a adorarlo y es entonces cuando la felicidad sucede de la nada, aunque en ese momento no la reconozca.
El sueño se pronuncia mediante un bostezo que manda tumbarme en ése suelo movedizo y moldeable. Yo en desconexión absoluta a excepción de mis cinco sentidos, resumo mi vida en silencio, la recorro visitando recuerdos entrañables. Más tarde, anoto mis inquietudes y me dedico a descifrarlas hasta quedarme sin ellas, pues otra vez el ambiente ayuda. Esta naturaleza maravillosa adorna el día y es la misma la que disfraza a la noche, primero de brisas y sombras hasta pintarla completamente de oscuridad.
La vista agradece la vista ofrecida; la conjugación de agua, aire y tierra subordinada a una inmensidad pura resulta un sentimiento indefinible.
Me gustaría atesorar este finito placer poderoso el cual se apodera infinitamente de mi ser.
Este panorama exquisito crea un puzzle multiperfumado , con muchos colores, variado en texturas, sabores distintos y poli sonorizado.
La paz me inunda como el mar, la fragancia de este lugar conquista mi alma helada por el aire tan fresco que respiro.

Alba Molina Planas -

Nunca más he vuelto a ver el mar, como lo vi aquel día.
He intentado buscarle explicación…pero la verdad es que no se si la belleza que desprendía ese paisaje era fruto de la presencia de mi amiga o simplemente un cúmulo de elementos que lo hacían mas bello que nunca.
La mar en otoño a esas horas de la mañana desprende una brisa gélida que incluso llega a molestar, pero ese día el aire se había vuelto agradable. El aroma marítimo y el sonido relajante, convertían esa brisa y ese ir y venir de las olas en una autentica delicia.
La arena calida parecía fundirse entre nuestros pies. Su color dorado se había transformado en un color blanco únicamente comparable al color de la luna.
Todo en cuanto nos rodeaba, brillaba creando un ambiente místico.
A su vez, la influencia de los rayos del sol contra las olas, provocaba unos destellos cegadores pero a la vez encantadores.
Las olas con sus delicados movimientos, su aroma y su melodía parecían sirenas que con su canto te invitaban a bailar con ellas.
Todo era tan mágico que pensé que el cielo tenia la culpa. Todo ese misterio se podía entender por la presencia del sol y de la luna, ya que si mirabas al cielo veías claramente como la luna con su cara triste se despedía de todos nosotros, mientras que el sol con sus rayos anunciaba la llegada de un nuevo día.
Esa mañana pude ver con mis propios ojos la madre naturaleza. Por suerte nunca olvidare su cara, porque mi hijo, gran apasionado de la fotografía, inmortalizó ese momento con una fotografía que guardo con cariño.

Alicia Rey -

Acabo de leerlo y he visto que el corrector de word estaba activado en catala.
En fin.
"Pero" con tilde e "i", entre otros, no están bajo mi responsabilidad.
O si..

Alicia Rey -

Prefería sentir el céfiro helado, cortándole la cara. Siempre había mirado más allá, però las distancias eran imposibles de alcanzar. Era tan caprichosa como la vida misma, que había resultado ser su motivo para llevarlo todo a cabo. Tan iguales.. ser la primicia había hecho de ella un ser infame, visto y escuchado hasta la saciedad. Resonaban en su cabeza acordes de algún viejo jazz.. y no se oía nada.
Quizás era el viento frio que arrastraba la brisa marina, pero el sol del amanecer, pálido, que con sus cálidos tonos bañaba las paredes de los destrozados edificios, le decía que aquella era su oportunidad. Apretaba con tanta fuerza el cigarrillo que le había regalado sin querer algún desconocido en algún encuentro carnal la noche anterior, que sus manos temblaban con una falsa sensación de fuerza. Cuántas mentiras. Hacía profundas caladas que ennegrecían (según su romántico punto de vista) su corazón y sonreía al pensar en tal frase.
Sus rubios cabellos bailaban al son del silencio que el gran mar que tenia delante imponía y desde la altura de la azotea del edificio donde se encontraba, reconocía vagamente un velero que lentamente se movía, observado también por algunos turistas que aturdidos por el jetlag o el garrafón paseaban perdidos por la playa.
Y no se oía nada. No más que alguna gaviota y su relajado corazón, que esperaba.
Bajó la mirada y se encontraba observando con aquel gesto despreocupado y cansado sus rojos zapatos, relucientes y nuevos; su vestido, a juego con el calzado, le tapaba poco más que su sinuosa figura, dándole un aire de luchadora terriblemente seductora. Al clavar sus grandes y oscuros ojos al suelo, se sorprendio suavemente de la cantidad de cigarros que habia encendido, consumido y tirado. No había pensado en el tiempo que había gastado allí, pero le desconcertaba ver aquel amanecer con aires de anochecer tan largo, y se preguntaba por qué el sol demoraba tanto. Se preguntó si un astro tan sincero y tan brillante como quél también le daría la espalda. Si todas las cosas bonitas de la vida estaban perdidas, incluso ella podía imaginar con su narcotizada cabeza cuál era el paso siguiente. Sacó del negro bolso un pintalabios que parecía caro, igual que lo había sido su vida, y se pasó aquel carmín rojizo por sus finos labios, de serpiente, de devoradora, que contorneaban una boca que soltaba puñales, que casi ni se abría al hablar. Apoyó su cuerpo contra el bajo muro como si de un macizo y seguro balcón se tratara, y sintiendo después de mucho tiempo la seguridad y sin dejar de pestañear, dejó que el aire la invadiera y le levantara levemente el vestido. Cuántos habrían deseado ser brisa!
La piel se le erizó de repente; un escalifrío hizo que su nuca cosquilleara de arriba a abajo su espina dorsal de invertebrada por momentos. Junto al sol, que empezaba a calentar el ambiente, el viento insistía con aquella molesta humedad característica del final de la dichosa, traicionera, embustera primavera. Los edificios se alzaban ante ella, y junto a algo que parecía un recuerdo de ego, hacían que ella se sintiera todavía la más grande, y las paredes mal pintadas de las construcciones se intentaban deshacer ante su cáustica mirada.
Y no se oía nada. No más que alguna gaviota y su calmado corazón apresurándose cuando miraba más allá de su muro escudo. No recordaba si se encontraba en un décimo piso, pero poco importaba. Por fín había alcanzado la cima. La vida, que había sido maltratada por ella y no al revés, con sus trampas y juegos la había hecho llegar hasta allí. Su momento. Sin perder la calma, apoyó su trasero en el borde del muro, haciendo que sus pies colgaran. Dio media vuelta dando una fuerte calada, y ahora ni el pitillo ni ella tenían un suelo debajo, salvo el que estaba a unos 100 metros. Hizo otra gran calada, sabía a mar, a alegría, a frustración y a hombre. Su bolso negro, colgado del brazo izquierdo, parecía tener prisa por caer.
Miró hacia abajo y por primera vez en mucho tiempo, sonrió. Qué sonrisa, cuánta piedad. El frío invadía su cuerpo, quería temblar, parecer humana. Sus pies se estremecían mientras el sol, que salía amenazante, iluminaba su pálido, maltratado rostro. En un segundo, se deslizó como en un tobogan hacia el vacío.
Y no se oía nada. No más que alguna gaviota y el murmullo de su corazón, que caía.

Mar Figueras -

Ya no es arena lo que mis ojos ven, sino una superficie llana y a su vez húmeda, como sus pies, como los míos ahora. No es el mar sólo agua, sino que a lo lejos parece una pintura, una capa fría y transparente que le gusta hacer de espejo al cielo, quizá para ocultar sus propias virtudes, como hacen muchas de las personas que realmente las poseen.
Me gusta mirar como corren las olas, mojan la arena y se van, como si así protegieran la orilla, la lavaran de nuestras huellas, huellas que por desgracia a veces se convierten en daños irreparables (me refiero a las huellas humanas que dejamos en la naturaleza).
Los destellos del sol se reflejan en este espejo. Ahora iluminan sus ojos y los hace más vivos. Los míos se cierran un poco cuando miro a estos reflejos, haciendo evidentes algunas arrugas de mi cara que indican mi edad, pues ya soy algo mayor.
El sol nos oscurece y nos alarga. Así, a nuestro detrás, vemos malas copias de nosotros, que nos siguen incansablemente por esta llanura de arena.
Cuando mis ojos se adaptan al sol, los abro un poco más y a lo lejos diviso unas montañas, que se camuflan entre las tonalidades grisáceas del cielo, del mar (incansable imitador) y de mis pensamientos.
Está tranquila la mar, no hay apenas olas que nos golpeen las piernas. Algunas rocas se adentran en ella, pero muy pocas. Él las mira ahora, no sé que ha visto en ellas.
En la arena apenas hay caracoles de mar ni conchas, todo es llano, húmedo y gris. La arena es de lo más suave, como sé que son sus manos, aunque ahora estén a medio metro, sin apenas rozarse con las mías.
Se oculta el viento, pues no quiere robar protagonismo a la mar, que es ahora la reina de este paisaje. No hay gaviotas, no oigo el viento… ¡Qué dominio el del mar! El sonido de sus olas, su olor y su presencia no dejan que nada se anteponga a él. Se escampa creando irregularidades en la arena, mojando trozos que ya lo estaban y sin pensar en otros que permanecen secos, quizá los tiene olvidados y estén algo sedientos.

Alba Magaña -

Esta fotografia en blanco y negro muestra un paisaje de una costa donde se puede visualizar el mar y la arena. Se podría decir que seguramente es de dia y hace un tiempo perfecto, ya que no se perciben en el cielo ninguna nuve, porque en el mar, aunque la fotografia este en blanco y negro, se puede percibir cierta claridad reluciente, obra de los rayos del sol. El mar está calmado, con el movimiento del mar no se hacen grandes olas, las que se pueden ver en la fotografia son medianamente pequeñas.
La arena se ve suave i seca, aquella arena lisa que deja el agua cuando pasa encima de ella. Por la arena caminan dos personas. Aunque esten de espaldas podrian ser dos personas mayores paseando en invierno, otoño o primavera, ja que si fuera verano la playa estaria llena y porque se puede ver que las dos personas llevan abrigo.
Al fondo, en el horizonte de la fotografia se puede divisar una urbanización y detrás de ésta una cadena de pequeñas y enormes montañas.
Finalmente a mitad del mar se puede diferenciar un camino de piedras que se supone que viene de tierra firme y acaba un poco después de pasar el mar. Este camino se puede suponer que será utilizado para pescadores o curiosos.