Que las mujeres, en especial las que leen, son peligrosas, es un hecho que se ha sentido en importantes momentos de la historia. No obstante, hoy en día deberíamos preguntarnos si esta afirmación es más usada por los hombres o por las propias mujeres. Las mujeres necesitan saber a cualquier precio. Si hay un cajón, tienen que abrirlo. Si existe un secreto, deben averiguarlo. Aunque la verdad traiga también un espeso dolor, no pueden evitar preguntarlo todo. Hurgan con tanta insistencia y esmero, que al final, escuchan lo que no necesitan saber: que la ex novia de su pareja era la más guapa de la clase, que estaba más delgada, que le caía mejor a su suegra, etc. Si bien la verdad apacigua el alma, no entiendo que clase de serenidad puede traer saber cuántas mujeres hubo antes, qué cosas hacían y por supuesto, si eran mejores que ellas. Aunque luego la verdad les atormente como una planta carnívora, como una enfermedad; no pueden remediarlo: siempre tienen que llegar al final. Las mujeres están tan obsesionadas con la igualdad y los derechos femeninos que se han transformado en conspiradoras paranoicas y obsesivas. Les asusta tanto convertirse en la mujer detrás del hombre o a la izquierda en la mesa, que han perdido el centro. Hoy, para ellas, llevar un vaso de agua a un hombre representa mucho más que un favor; es servilismo, sometimiento, desigualdad. Se vive supervisando todos los gestos, como la Santa Inquisición del feminismo. Si se les regala una licuadora, se les está mandando a la cocina; si les abrimos la puerta, piensan que les estamos sugiriendo que son débiles; si no les contamos algo, no les damos su lugar; si se les consulta todo, se les está poniendo en el rol de madre; si les preguntamos qué vamos a comer, en realidad se les está exigiendo la cena y si les pedimos una camisa, piensan que les estamos diciendo lavanderas, esclavas y lacayas. Necesitan dejar en claro que son iguales o mejores que los hombres con tanta avidez y desesperación, que caen en su propia trampa; porque cada vez que les importa quién abre la puerta o quién paga la cena, están realzando la diferencia, probando que sí existe. Y cada vez que la niegan o la discuten la hacen más grande. La igualdad no llegará hasta que ellas se comporten como iguales, hasta que olviden el estereotipo y el mandato. No tienen que demostrar que son inteligentes, valientes o modernas. El rimel es compatible con el doctorado, el ascenso con las compras o el tener una familia enorme con una familia de dos. Ellas pueden elegir todo. Y eso, es la igualdad.
Lucía Barranco Blasco, 2º B -
Las mujeres que leen son peligrosas. Esta afirmación se ha oído toda la vida. En la época de la mujer de la imagen, a principios del siglo XX, por no ir más allá, la mayoría de hombres estaban convencidos de ello. Actualmente, después de cien años, esta mayoría ha disminuido, pero aún existe una parte. Muchos no lo creen del todo, pero los chistes al respecto les hacen mucha gracia. A nadie se le ocurre pensar que los hombres que leen son peligrosos. ¿Por qué? Porque durante toda la vida la sociedad ha estado establecida de una manera. Los hombres leen y dirigen, las mujeres los sirven. Sin embargo, últimamente esto está cambiando: las mujeres leen y se vuelven peligrosas. Y a fin de cuantas ¿peligrosas por qué motivo? Peligrosas porque leyendo se forman. Peligrosas porque piensan. Peligrosas porque de esta manera descubren que poseen la misma capacidad que el hombre. Peligrosas porque en ese momento su vida ya no de limita a atenderlo. Peligrosas porque en ese momento sus actividades dejan de ser sólo cuidar de su hogar. Peligrosas porque realizan también las que los hombres se han estado reservando. Peligrosas porque en ese momento dejan de ser sumisas. En conclusión, peligrosas para el sexo masculino. Sin embargo, ¿por qué los hombres encuentran esto como un peligro? Porque que las mujeres desarrollen sus capacidades no comporta que disminuyan las de ellos ¿no? Que las mujeres dejen de ser manejables sólo les produce una pérdida: su poder deja de ser absoluto. Y entonces ¿es que el hombre necesita tener toda la autoridad? ¿No se siente igual de importante si no es así? Los hombres son igual de valiosos que las mujeres y las mujeres son igual de valiosas que los hombres. Es sencillo: sin una de las dos partes, la humanidad está incompleta. Falta la mitad. Pero el título de este libro es: las mujeres, que piensan, son peligrosas. Es decir, todas las mujeres son peligrosas y leen, pero no peligrosas porque leen. Esto puede referirse a que las mujeres son peligrosas de todas las maneras. Las mujeres contemporáneas ya tienen asumido todo lo que valen. Ya no están dispuestas a ser rebajadas. Por eso, son peligrosas. Además, en general las mujeres leen en gran cantidad. Recuperan todos los siglos de atraso que han padecido. Las mujeres, que leen, son peligrosas desde un punto de vista masculino e inseguro.
Patricia Rodríguez García -
Así es, pues. Si lo dicen es por algo, y a mi siempre me han dicho que cuando el río suena agua lleva.
Las mujeres más que peligrosas somos intuitivas, y eso nos convierte en el punto de mira de los hombres, en todos los sentidos. A la vez que nos aman nos temen, y no lo juzgo, yo si fuera hombre, sabiendo lo que sé sobre nuestra neuras mentales femeninas, también las temería. Las mujeres han sido muy excluidas de la sociedad activa durante siglos, y no me incluyo, porque a pesar de lo que diga mucha gente, estoy segura que ahora ya no es así. Nosotras nos hemos dado cuenta de nuestra importancia en el mundo y estamos reivindicando nuestro trono al lado del antiguo rey, juez o como se le quiera llamar al sexo masculino (eso depende de la neura mental femenina de cada una) así que, los hombres también se están dando cuenta de que así es, no somos más importantes que ellos pero sí tanto como ellos, y a muchos nos les importa reconocerlo.
No sólo las mujeres que leen pueden ser peligrosas (a mi parecer, más que peligrosas son admirables), puede ser que las que hayan recibido una educación utilicen sus poderes o armas femeninas para conseguir lo que quieren, que realmente poseemos estos poderes, porque a partir de esa educación han aprendido a ser más críticas con la vida que llevan. Pero puedo asegurar que aquellas mujeres que no recibieron ninguna educación, o que actualmente no leen, no carecen de ellos y son igual de temibles.
Me gustaría aclarar que con este texto no he pretendido en ningún momento ser de opinión feminista. No estoy ni muchos menos de acuerdo que con esta revolución feminista ahora se considere al hombre inferior que a la mujer, aunque ya se sabe que el humano es el único animal que tropieza dos (y hasta tres) veces en la misma piedra. A ver cuando aprendemos de nuestros errores, que para eso nos hacen estudiar historia
3 comentarios
Albert Líndez -
Las mujeres necesitan saber a cualquier precio. Si hay un cajón, tienen que abrirlo. Si existe un secreto, deben averiguarlo. Aunque la verdad traiga también un espeso dolor, no pueden evitar preguntarlo todo.
Hurgan con tanta insistencia y esmero, que al final, escuchan lo que no necesitan saber: que la ex novia de su pareja era la más guapa de la clase, que estaba más delgada, que le caía mejor a su suegra, etc.
Si bien la verdad apacigua el alma, no entiendo que clase de serenidad puede traer saber cuántas mujeres hubo antes, qué cosas hacían y por supuesto, si eran mejores que ellas. Aunque luego la verdad les atormente como una planta carnívora, como una enfermedad; no pueden remediarlo: siempre tienen que llegar al final.
Las mujeres están tan obsesionadas con la igualdad y los derechos femeninos que se han transformado en conspiradoras paranoicas y obsesivas. Les asusta tanto convertirse en la mujer detrás del hombre o a la izquierda en la mesa, que han perdido el centro.
Hoy, para ellas, llevar un vaso de agua a un hombre representa mucho más que un favor; es servilismo, sometimiento, desigualdad. Se vive supervisando todos los gestos, como la Santa Inquisición del feminismo. Si se les regala una licuadora, se les está mandando a la cocina; si les abrimos la puerta, piensan que les estamos sugiriendo que son débiles; si no les contamos algo, no les damos su lugar; si se les consulta todo, se les está poniendo en el rol de madre; si les preguntamos qué vamos a comer, en realidad se les está exigiendo la cena y si les pedimos una camisa, piensan que les estamos diciendo lavanderas, esclavas y lacayas.
Necesitan dejar en claro que son iguales o mejores que los hombres con tanta avidez y desesperación, que caen en su propia trampa; porque cada vez que les importa quién abre la puerta o quién paga la cena, están realzando la diferencia, probando que sí existe. Y cada vez que la niegan o la discuten la hacen más grande.
La igualdad no llegará hasta que ellas se comporten como iguales, hasta que olviden el estereotipo y el mandato. No tienen que demostrar que son inteligentes, valientes o modernas. El rimel es compatible con el doctorado, el ascenso con las compras o el tener una familia enorme con una familia de dos. Ellas pueden elegir todo. Y eso, es la igualdad.
Lucía Barranco Blasco, 2º B -
Y a fin de cuantas ¿peligrosas por qué motivo? Peligrosas porque leyendo se forman. Peligrosas porque piensan. Peligrosas porque de esta manera descubren que poseen la misma capacidad que el hombre. Peligrosas porque en ese momento su vida ya no de limita a atenderlo. Peligrosas porque en ese momento sus actividades dejan de ser sólo cuidar de su hogar. Peligrosas porque realizan también las que los hombres se han estado reservando. Peligrosas porque en ese momento dejan de ser sumisas. En conclusión, peligrosas para el sexo masculino.
Sin embargo, ¿por qué los hombres encuentran esto como un peligro? Porque que las mujeres desarrollen sus capacidades no comporta que disminuyan las de ellos ¿no? Que las mujeres dejen de ser manejables sólo les produce una pérdida: su poder deja de ser absoluto. Y entonces ¿es que el hombre necesita tener toda la autoridad? ¿No se siente igual de importante si no es así? Los hombres son igual de valiosos que las mujeres y las mujeres son igual de valiosas que los hombres. Es sencillo: sin una de las dos partes, la humanidad está incompleta. Falta la mitad.
Pero el título de este libro es: las mujeres, que piensan, son peligrosas. Es decir, todas las mujeres son peligrosas y leen, pero no peligrosas porque leen. Esto puede referirse a que las mujeres son peligrosas de todas las maneras. Las mujeres contemporáneas ya tienen asumido todo lo que valen. Ya no están dispuestas a ser rebajadas. Por eso, son peligrosas. Además, en general las mujeres leen en gran cantidad. Recuperan todos los siglos de atraso que han padecido.
Las mujeres, que leen, son peligrosas desde un punto de vista masculino e inseguro.
Patricia Rodríguez García -
Si lo dicen es por algo, y a mi siempre me han dicho que cuando el río suena agua lleva.
Las mujeres más que peligrosas somos intuitivas, y eso nos convierte en el punto de mira de los hombres, en todos los sentidos. A la vez que nos aman nos temen, y no lo juzgo, yo si fuera hombre, sabiendo lo que sé sobre nuestra neuras mentales femeninas, también las temería.
Las mujeres han sido muy excluidas de la sociedad activa durante siglos, y no me incluyo, porque a pesar de lo que diga mucha gente, estoy segura que ahora ya no es así. Nosotras nos hemos dado cuenta de nuestra importancia en el mundo y estamos reivindicando nuestro trono al lado del antiguo rey, juez o como se le quiera llamar al sexo masculino (eso depende de la neura mental femenina de cada una) así que, los hombres también se están dando cuenta de que así es, no somos más importantes que ellos pero sí tanto como ellos, y a muchos nos les importa reconocerlo.
No sólo las mujeres que leen pueden ser peligrosas (a mi parecer, más que peligrosas son admirables), puede ser que las que hayan recibido una educación utilicen sus poderes o armas femeninas para conseguir lo que quieren, que realmente poseemos estos poderes, porque a partir de esa educación han aprendido a ser más críticas con la vida que llevan. Pero puedo asegurar que aquellas mujeres que no recibieron ninguna educación, o que actualmente no leen, no carecen de ellos y son igual de temibles.
Me gustaría aclarar que con este texto no he pretendido en ningún momento ser de opinión feminista. No estoy ni muchos menos de acuerdo que con esta revolución feminista ahora se considere al hombre inferior que a la mujer, aunque ya se sabe que el humano es el único animal que tropieza dos (y hasta tres) veces en la misma piedra.
A ver cuando aprendemos de nuestros errores, que para eso nos hacen estudiar historia